Lo más importante a partir de la pubertad y hasta el fin de la adolescencia es no abandonar a nuestros hijos, acompañarlos sin agobiarlos. Todo lo que les hemos ido enseñando a lo largo de su vida lo tienen como algo enseñado pero todavía no lo han hecho propio. Cuando empiezan a tomar decisiones debemos estar detrás de ellos para ayudarles a que reconozcan entre qué opciones pueden elegir. Infórmate primero sobre cuáles son las opciones correctas en alimentación.
Durante la pubertad y adolescencia, no te alejes de tu hijo, acompáñalo
La pubertad como paso previo a la adolescencia es época de grandes cambios. En las niñas aparece hacia los 11 años y en los niños alrededor de los 14. Entre los cambios que ocurren está el que más nos influye en la alimentación, el crecimiento. Vuelven los niños a encontrarse con una época de gran crecimiento (como el primer año de vida). Ésto unido a una gran actividad física provocarán ante tu satisfacción que tu hijo recupera el apetito jamás encontrado. En realidad no es que tus esfuerzos para que coma más den sus frutos, es simplemente que come, como siempre, según el hambre que tiene y ahora el hambre es voraz. Sentirá una gran preferencia por la pasta, el pan y por las grasas y alimentos muy calóricos pues necesita un gran aporte energético pero puede llegar fácilmente a una obesidad si de pequeño era un niño con sobrepeso, hay que estar muy cerca para corregirlo y guiarlo. Debes ofrecerle gran cantidad de alimentos que se consideran base de la alimentación, arroz, pan, pasta para que no tenga necesidad de recurrir a otros menos saludables como los productos de pastelería o muy grasos.
La anorexia nerviosa, cada vez más frecuente en la adolescencia
Debemos cuidar en esta época especialmente el bajo peso pues podemos encontrarnos con trastornos del comportamiento alimentario cada vez más frecuentes, la anorexia nerviosa o la bulimia. Este tipo de trastornos psicológicos tan graves tienen a menudo una causa familiar. Para empezar, debe evitarse tener por costumbre criticar la apariencia física de cualquier persona familiar o extraña. Además, una fijación sobre todo lo relacionado con el valor calórico de la comida hace que nuestros hijos crezcan en un ambiente de obsesión por la «comida que no engorda». Hay que comer para vivir pero no vivir para comer y menos para adelgazar. Debemos educarlos con el ejemplo, ofreciéndoles siempre comida apropiada, y haciendo que disfruten con ella. La apariencia física nunca debe ser la prioridad para nuestros hijos, observemos y digámosles la cantidad de magníficas otras cosas que tienen pues la belleza física la poseen muy pocas personas del mundo.
Debe evitarse la anemia
Hay que prestarle mayor atención a la ingesta de hierro que hagan las niñas puesto que a partir de la menarquia (primera menstruación) el hierro que se pierde con la propia sangre hay que reponerlo añadido a las necesidades habitualmente aumentadas en el crecimiento. O sea, para evitar la anemia, debes ofrecerle carne roja 1 ó 2 veces por semana. Actualmente no podemos recomendar la antigua mejor fuente de hierro, el hígado, debido a la mala praxis que aparece en algunos ganaderos que puede provocar que ésta víscera contenga excesiva cantidad de productos químicos, realmente peligrosos para nuestra salud.
¿Cómo cuidar un hijo deportista?
Recuerda que con el deporte o el ejercicio físico en general es fundamental hidratarse bien. Ofrécele gran cantidad de agua a lo largo del día a tu hijo deportista y evitarás así que sienta sed suficiente para necesitar comprarse refrescos de cola u otros altamente calóricos que no le aportan nada más, hay que mantener buenos hábitos siempre. Los zumos de fruta son correctos pero no debe tomarlos habitualmente para calmar la sed pues contiene gran cantidad de azúcares simples que elevan la glucemia y provocan una sobrecarga de trabajo para la insulina que tendrá que almacenarlo en forma de grasas rápidamente.
Sus comidas deben de ser concentradas y completas, es decir en poco volumen debes de reunir todas sus necesidades nutritivas. No es nada útil que una comida tenga mucho azúcar (sólo aporta calorías) o mucha grasa (sólo aporta lípidos y quizás vitaminas liposolubles). Gran utilidad tiene, también a esta edad, la cocina de puchero, cocido, potaje o cualquier variedad similar pues contienen legumbres, cereales, patatas, algo de carne o pescado y un poco de verdura (y bastante agua); un plato como éste será completo si lo acompañamos con fruta fresca como postre.